Ayer no recuerdo muy bien dónde, escuché algo relacionado con el abuso de autoridad y las injusticias y aquello me trajo recuerdos de mi adolescencia.
Uno de tantos días salía del colegio (religioso y femenino para más señas) en compañía de mi amiga R. y como casi siempre de camino a casa, pasábamos por el centro comercial SIMAGO, (desconozco si aún queda alguno por ahí), era ya algo rutinario, salir de clase, entrar al centro comercial en cuestión, echar un vistazo y para casa,... hasta que llegó aquel fatídico día: estábamos a un paso de la puerta de salida, se nos acerca veloz un Guardia de Seguridad y literalmente nos obliga a acompañarlo. Nos conduce por unas estrechas escaleras, (que a mi me parecieron interminables) mientras, mi amiga y yo nos mirábamos con las caras desencajadas por la incertidumbre, llegamos a un rellano o distribuidor en el que había varias puertas y el tipejo nos ordena que entremos, cada una por una de ellas. Dios mio, qué miedo, pero qué pasa, qué invento es este?
Recuerdo que estuve allí en esa habitación sola, durante 5 o 6 eternos minutos, era toda blanca, sin adornos, con un pequeño sillón, una mesita y una minúscula ventana (si aquello era un despacho, sería el de Torrebruno). En fin, estaba continuamente arreglándome el uniforme del cole, fruto de mi ataque de nervios, cuando de repente se abrió la puerta y apareció el "segurata", me ordenó que vaciase mi mochila, y por supuesto obedecí descargando en el suelo todos mis libros y cuadernos, mis bolígrafos..y mi preciosa agendita de Hello Kitty, la cogió y empezó a ojearla...qué demonios buscaría en ella? los teléfonos de mis compañeras atracadoras de bancos (de la iglesia del colegio)?, la dirección de mi otra amiga con la que yo solía trapichear (ella me pasaba los apuntes de inglés - es que yo no me enteraba de na- y yo a ella los de literatura)? O no, caí en la cuenta de que tenía allí la dirección de I. mi amor platónico, por Dios que no vaya a por él, que no le haga nada, al menos no, hasta que no sepa que existo y yo supiese si tenía alguna posibilidad con él.
En fin, el señor agente, no encontró nada, se dió por vencido y me devolvió mi agenda. Yo reuní todo el valor que pude y le pregunté qué pasaba, él me contestó sin mirarme a la cara: "había unas chicas robando, me avisaron por el walkie y pensé que eráis vosotras. Ya podéis iros"... Salimos a 80 por hora de SIMAGO, perplejas, asustadas, (a mi amiga R. la cacheó -siempre tuvo muy buen tipo-). Cuando llegué a casa y conté lo sucedido, mi padre se enfureció, llamó al responsable del centro comercial, nos pidió disculpas (algo que no hizo el tipejo aquel) y nos rogó que pasásemos por allí para darnos unos obsequios, que desde luego rechazamos.
Desde aquel día, rebautizamos en mi casa aquel comercio con SIMANGO, consecuencia de una frase mía: "y eso que no he robado nada, si mango, me matan" y no volvimos a pasar por allí cada día al salir de clase.
Ahora lo recuerdo y me río, pero en aquellos momentos lo pasé francamente mal...y con todo, no puedo evitar plantearme cómo debe sentirse alguien que es acusado de algo de lo que realmente es inocente y paga con la cárcel o incluso la pena de muerte. Que no nos toque a ninguno
Un mal empleado es una fuente para perder clientes.
ResponderEliminarCuanta menos autoridad se tiene, mas autoritarismo se emplea.
(soy un gran cacheador).
En el sector hostelero un mal empleado puede acabar con un negocio entero.
ResponderEliminarjajajaja, buen cacheador? uy qué pillín...